GEORGE NAKASHIMA. VIDA Y OBRA.
Estadounidense de ascendencia nipona, arquitecto, carpintero, místico, humanista, ecologista y preso político. Os invito a detener por un momento la orgía de estímulos visuales en formato de vídeo corto que tanto “memetizan” nuestro cerebro, para conocer la inspiradora figura de George Nakashima.
Nacido en 1905 en una humilde familia en el condado de Spokane, Washington. Pronto mostró interés por la naturaleza salvaje tan presente en la vasta geografía americana, habitando desde temprana edad las sierras y bosques de su entorno. Para ayudar a la economía familiar trabajó durante un tiempo como “Gandi Dancer”, oficio que consistía en trabar las traviesas de las vías ferroviarias a base de maza, un trabajo puramente físico donde sería cuanto menos curiosos ver a un escuálido asiático entre tanto fornido afroamericano. Llegado el momento y ayudado por su familia decide estudiar silvicultura, pero pronto se da cuenta que ese no es su camino, por lo que decide cambiar el rumbo y matricularse en arquitectura. Durante sus años de estudiante mostró un excelente desempeño, consiguiendo estar becado durante un año en Fontineblau, a su vuelta la Universidad de Harvard le ofrece una beca, ironías del universo, la misma persona que años antes martilleaba vías de tren, decide declinar amablemente la invitación de la universidad más prestigiosa del planeta.
Tras graduarse como arquitecto, decide que es momento de ver mundo, para financiar su aventura vende su automóvil y marcha rumbo a Francia. Corría el año 1930, y París, más concretamente Montaparnase era el hervidero cultural de Europa. En ese contexto su mente se convirtió en una esponja absorbiendo todas y cada una de las ideas y conceptos que a su paso por los cafés parisinos iba encontrando. Durante el transcurso de su estancia parisina se topó con un un ejemplar de “Así habló Zaratrusta”. La obra de Nietchse fue un resorte que le hizo alejarse de las fuentes de inspiración ordinarias, determinándose así mismo a buscar su propio camino.
Tras finalizar su etapa en Francia, viajo a Tokio donde un amigo de su padre lo pone en contacto con Antonin Raymond, el cual estaba establecido en Tokio desde 1922, ciudad a la que llegó de la mano de Frank Lloyd Wright para la construcción del Hotel Imperial. En el estudio de Raimond se mezclaba la arquitectura moderna y el estilo tradicional japonés. Participó en varios proyectos, con especial protagonismo en una pequeña iglesia católica resuelta con madera de olivo a las afueras de Tokio, la cual sigue en uso a día de hoy.
Durante la estancia en su madre patria se empapó de la cultura nipona , quedando fascinado y adoptándola como propia, hecho que sin duda marcaría el resto de su carrera profesional. En 1936 es enviado a Pondicherry, India, para supervisar la construcción del primer edificio de hormigón armado del país , el cual sería el hábitat de la comunidad de Ashram. Embriagado por la filosofía de raíces budista de dicha congregación toma la decisión de renunciar a su sueldo y pasar a formar parte de ella como un miembro más, siendo bautizado como “sundarananda ” que en sánscrito significa “el que se deleita en la belleza”. A sus labores propias de arquitecto se sumaron las de carpintero en jefe encargado de amueblar el edificio con la ayuda de la comunidad y contando sólo con materiales del entorno.
Tras dos años de convivencia y trabajo en la comunidad, llegó el momento en él que debía de decidir entre marchar o pasar a ser un miembro vitalicio. Tras un periodo de reflexión interno decide abandonar la comunidad, siempre y cuando obtuviera el beneplácito de la Matriarca del Ashram, la cual le comunica días después su desición haciéndole llegar una nota con la palabra “Si” escrita en ella. Era el momento de marchar y proseguir con su viaje de autodescubrimiento.
Corre el año 1941 y tras un breve descanso que se toma en Japón, momento durante el cual conoce a su mujer, decide volver a Estados Unidos debido al clima prebélico que auguraba la Segunda Guerra Mundial. Al llegar a Estados Unidos, inicia un viaje en busca de la obra de Frank Lloyd Wright, y aunque formalmente le parece interesante, en líneas generales se encuentra decepcionado debido a las resoluciones técnicas constructivas y a la pobre ejecución de la obra. Esto supuso una epifanía en su vida, y decidió buscar un nuevo camino lejos de la arquitectura, George lo vio claro, dedicaría su vida a la carpintería.
Año 1942, su mujer ha dado a luz a su hija, pero en Estados Unidos el país de las oportunidades y las libertas, no todo es tan bonito como lo pintan, debido a la Segunda Guerra Mundial, los japoneses y estadounidenses de ascendencia nipona fueron enviados a campos de concentración, si has leído bien, si te sorprende el dato recuerda que la historia la escriben los vencedores.
Durante su estancia en el campo de concentración de Minidoka, Idaho, se dedicó a diseñar el amueblamiento de los barracones, al tiempo que se implicaba en su construcción trabajando como aprendiz a las órdenes de Gentaro Hikogawa, un anciano carpintero japonés. De la noche a la mañana, George tenía maestro y un buen tajo por delante. Ambos resolvieron la misión con muy pocos medios y madera procedente del desierto de Idaho. Progresivamente las condiciones de los internos fueron siendo más laxas, en 1943 Antonin Raymond intercedió para rescatar de Minidoka a George y su familia, con el pretexto de contratarlo como peón para su granja en New Hope, Pensilvania.
En la granja de Raymond, paralelamente a su labor de peón, habilita un pequeño taller en una antigua vaquería, pero tras un año de arduas tareas campestres decidió alquilar una pequeña vivienda en el condado de Bucks con garaje para dos autos donde traslada su incipiente taller. Aquí construyó sus primeras piezas, sillas, mesas y bancos con tan solo unas pocas herramientas manuales. Pasaron un par de años hasta que el gobierno de Estados Unidos libera oficialmente a todos los ciudadanos afectados por la reclusión forzosa, por lo que ya no necesita estar bajo la supervisión de Raymond, y es entonces cuando adquiere unos pocos acres de terreno donde se establece con su familia. Primero se ocupó en dar cobijo al que sería su taller definitivo, mientras él , su mujer e hija, vivían en una tienda de campaña. Aunque George se dedicaba principalmente a la carpintería no dejó eventualmente de acometer proyectos de arquitectura, tanto en su propiedad con un marcado carácter experimental, como trabajos para terceros, en su mayoría de carácter religioso. Cabe destacar dos Iglesias, una en el año 1965 con techo parabólico al más puro estilo Félix Candela, y otra en la década de los 70 en Nuevo México, que construida de adobe, cuenta con una torre inusualmente alta para dicho sistema constructivo.
Las autoconstrucciones que hizo en sus tierras son quizás más interesantes, por contar con un carácter más experimental y personal. En 1960 construye un pabellón de contrachapado para dar servicio a una piscina, en el 67 un edificio de artes, para exponer tanto su obra como la de artistas afines. Su último proyecto fue una casa para su retiro, la cual fue proyectada con la premisa de ser calentada solo con una chimenea, por aquel entonces George ya auguraba que nos acabaríamos quedando sin combustibles fósiles, todo un visionario.
Si bien como arquitecto tuvo un desempeño más que notable, como carpintero fue un hito en la historia del oficio. Pronto rechazó los cánones establecidos derivados de la alta ebanistería anglosajona, haciendo uso del borde libre en las grandes piezas (para los no legos en la materia, este recurso se basa en dejar los cantos de los tablones al natural, sin rectificarlos). También aceptó los “defectos”de la madera en sus obras, piezas que por presentar diversas fendas hubiesen sido rechazadas en cualquier taller de la época, él optó por coserlas con incrustaciones en forma de mariposa, técnica procedente de la carpintería popular que George dignificó.
Cuando George encaraba el diseño de un mueble, su perspectiva era la misma que cuando se enfrentaba a la resolución de una obra de arquitectura, consideraba que la pieza de madera era quien determinaba el diseño, la que establecía el contexto y las primeras premisas que dirigían sus bocetos para la resolución final de la pieza. Pero esto no solo fue fruto de una reflexión personal, sino que surgió de la necesidad, pues al iniciar su actividad como carpintero en Minidoka, sólo tenía acceso a material de derribo y a las escasas maderas que podía encontrar en medio del desierto. Más tarde en las primeras etapas de su taller, debido a no contar con la liquidez suficiente para comprar madera de calidad se vio obligado a trabajar con piezas de descarte, las cuales buscaba en que iba encontraba en los aserraderos de su comarca.
En 1945 recibe su primer encargo de importancia por parte del Museo de Arte Moderno, un año después entrega la que sería su primera silla, un diseño inspirado en la silla Windsor con clara influencia nipona.
Aunque la que fue su silla más famosa llegó en 1960, donde la influencia de la cultura japonesa es aún mayor. En su propuesta se puede apreciar su clara intención de resolver el asiento más como un problema estructural que formal, dos soportes verticales se elevan ligeramente desplomados hacia el respaldo, entregados en su base a dos patines, solucionando el encuentro con ensambles de horquilla.
Son demasiadas las piezas reseñables que construyó George en su dilatada carrera como para pretender contarlas todas en un artículo, pero sería imperdonable no citar el banco Conoid, donde construye un gran bancada con una simplicidad casi insultante para los estándares de la alta ebanistería. Esta pieza está resuelta en la selección de la madera, pues se trata en un gran tablón con cuatros soportes verticales estacados, un respaldo conformado por husillos y encintando en su coronación con un elegante respaldo.
En la última etapa de su vida tuvo como misión diseñar las mesas de La Paz, cinco en total, una para cada continente, con el objetivo de que fueran usadas para acercar a las naciones en conflicto, mesas a modo de altares de la civilización desde las cuales los hombres resolviesen sus conflictos.
En 1989 la casa de unos clientes y amigos sufrió un incendio que calcinó todo el mobiliario que había construido para ellos. A pesar de encontrarse en un delicado estado de salud, George se comprometió a volver a fabricar todas las piezas destruidas por el fuego. Pero tristemente el 15 de junio de 1990 George Nakashima fallece a causa de un derrame cerebral, sus hijos asumirán el compromiso de su padre completando la restauración de todo el mobiliario.
Actualmente sus hijos continúan con su legado, George es considerado uno de los diseñadores y carpinteros más influyentes del siglo XX. En su filosofía siempre pensó que sus muebles tenían que ser accesible para el gran público, caprichos del destino, hoy en las casa de subastas sus piezas alcanzan cifras que el mismo Nakashima hubiese tachado de indecentes.
Nos asombra la nobleza de un árbol, su eterna paciencia, su sufrimiento causado por el hombre ya veces la naturaleza, su testimonio de miles de años de historia de la tierra, sus creaciones de fabulosa belleza. No hace nada más que bien, con su prodigiosa habilidad para liberar su generosidad de oxígeno mientras absorbe gases dañinos para otros seres vivos. El árbol y su médula siguen vivos. Sus frutos nos alimentan. Sus ramas dan sombra y protegen, nos sirven. Y, finalmente, cuando el tiempo y el clima lo derriban, su cuerpo ofrece madera para nuestras casas y tablas para nuestros muebles. El árbol sigue vivo
Cada árbol una oportunidad de mueble, el árbol es al mueble lo que el entorno a la arquitectura
George Nakshima 1905-1990
Fuentes:
The Soul of a Tree: A Woodworker’s Reflections
Collecting design: George Nakshim
Relato Mira Nakshima (YouTube)
Editores del post: Maderayconstruccion
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