QUEMAR LAS TRADICIONES
Las tragedias griegas nos suenan a chino. A nosotros y a los griegos clásicos. Este segundo hecho, menos conocido, es lo que llevó a Pasolini a rodar Edipo re como si fuese Mad Max doce años antes de Mad Max, en 1967. La estética de Edipo re nace como un recurso para que el espectador pueda meterse en un plano mental que nos permita percibir que la película es una marcianada tanto para nosotros como para los propios griegos clásicos . Luego George Miller, que sabe muchísimo más de cine de lo que parece, hizo el resto.
Toda cultura se define por su relación con el origen. Sí, la cultura de nuestra relación con la madera también se define por su relación con el origen, pero este es otro artículo. Las vanguardias de principios del siglo XX no son otra cosa que un reset. Sólo así puede entenderse la fascinación de Picasso por África, entendida ésta como el grado cero de la Humanidad, la de los Surrealistas por los alienados, entendidos éstos como el grado cero de la mente, o la de Cézanne con las tradiciones, entendidas éstas como el grado cero de la cultura. Pero no hace falta irse tan lejos. A nosotros nos sucede lo mismo. El rock n’roll nace como la glorificación de las músicas tradicionales negras e irlandesas. Otro reset. Su revisión a finales de los sesenta por parte de grupos como Led Zeppelin nace como un retorno a esas primeras grabaciones de Nashville, crudas y directas. Reset. Y el proyecto original de los Punks era versionar las primeras grabaciones de Pink Floyd. Reset ad infinitum.
El origen de la arquitectura clásica está en la madera y así lo escribí en un par de artículos para este blog. Pero este camino mental, farragoso, difícil de reconstruir sin un gran esfuerzo mental, también puede renovarse y ser susceptible de su propio reset. El botón de este reset fue apretado por Peter Zumthor en 2007. El proyecto que marca este grado cero es su capilla Bruther Klaus, un edificio tan bueno que vale un Pritzker él solito. Analicémoslo.
Hay quien sitúa el origen de la arquitectura en la línea vertical. Ultrarresumen: arquitecturizamos porque queremos representarnos. La mejor manera de hacerlo es desafiar a la gravedad. La expresión máxima de este desafío es una línea vertical. ¿Cómo? Te pillas una piedra, la tallas para que parezca bidimensional y la pones de pie. A eso se le llama menhir. Algunos miles de años, más tarde, te pillas a unos centenares de arquitectos y construyes el Burj Khalifa. A eso lo llaman rascacielos, pero también es un menhir.
La capilla Bruther Klaus es un menhir. Una construcción vertical en medio de un campo de cereales. Una manera de gritar que estamos aquí. El grado cero de la representación, previo a cualquier religión y a cualquier dios. La capilla Bruther Klaus es un templo, pero no es un templo cristiano. Es un templo al espíritu humano. El menhir que es la capilla Bruther Klaus es un monolito de hormigón teñido, no sé si en masa o con veladuras (mis disculpas) del mismo color del cereal de los campos que lo rodean. En un extremo de este monolito hay una extrañísima puerta triangular. Puerta que, independientemente de esta forma marciana, nos informa que este menhir va a tener un interior. Abrimos la puerta esta rara. Entramos. La exposición a los elementos es total. Si fuera llueve, dentro también. Si fuera hace calor, dentro también. Etcétera. Es uno de los interiores más puros que conozco porque es sencillamente eso: un espacio que quiere ser un interior. Sin más. Sin otra función que la de negar que estás fuera. Es una contraposición total entre dos ambientes que, por otro lado, son el mismo. Zumthor se ha esforzado mucho para conseguir que esto sea así. Esta contraposición se expresa también formalmente. Si fuera la forma es pura, una vertical y ya, dentro la forma, que también es vertical (no esperéis milagros: estamos en el interior de un menhir), es angosta, casi angustiante. Unas aristas vivas la tornan todavía más esbelta. La luz cenital que se cuela por el agujero de la cubierta le da un foco. También la conecta con su referencia inmediata: el Panteón de Roma. Estas mismas aristas vivas del interior consiguen que, más que el material nos rodee, parezca que se nos come. Casi casi nos fundimos con él. Si el hormigón exterior está encofrado con plancha metálica, apareciendo prístino, perfecto, preciso, delicado, el hormigón interior está tiznado, sobretexturizado. Es agreste, agresivo. Duro. Y de un color negro casi absoluto, el mismo tipo de negro que encontramos en las pinturas de Soulages, un negro que, de tan negro como es, deja de ser negro para convertirse en un depósito de ecos, de maneras diferentes de absorber la luz. Es este negro lo que consigue que el interior vibre, entre en resonancia. Es este negro lo que hace que las texturas aparezcan.
Este interior se consiguió gracias a la madera. La capilla Bruther Klaus tiene uno de los procesos de proyecto más alucinantes de toda la historia de la arquitectura moderna. Zumthor construyó de una vez, y entero, el edificio en negativo. Después cogió este negativo, le echó 24 capas de hormigón por encima, selló la puerta y le prendió fuego. El negativo estuvo tres días ardiendo.
Cuando el incendio se extinguió el edificio estaba terminado.
La capilla Bruther Klaus es la expresión más pura que conozco del recuerdo de la madera. De 112 troncos de madera como de medio metro de diámetro que, atados entre ellos como si de un tipi indio se tratase, o de una cabaña primitiva de esas de Laugier, definen el edificio que realmente se construyó. Como la manera de apilar las maderas es una contra otra la puerta triangular deja de ser una marcianada para convertirse en la expresión lógica de un sistema constructivo. Sistema que no es el que se quedó, porque el que se quedó vino de la destrucción de este.
El fuego es el color negro. La pátina. El hollín. Es la textura, la nueva y la que se solidificó gracias a esto.
La Capilla Bruther Klaus es el edificio que, sin ser de madera, más de madera es del mundo. O del mundo moderno, como mínimo.
Si la arquitectura clásica es la transposición de la madera en piedra, la capilla Bruther Klaus es lo mismo, pero en hormigón. Y realizado de manera directa, sin otro intermediario que el fuego. Que, no lo olvidemos, es el elemento purificador de cualquier cultura.
Ahora faltará saber si Zumthor habrá conseguido que esto sea, también, el origen de otra manera de expresarse. Bueno, la pregunta es retórica, porque eso ya está sucediendo. La cuestión es, más bien, el recorrido que esto vaya a tener. Que, si tengo que apostar, será bastante.
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Editores del post: Maderayconstruccion
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Jaume Prat
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