LA CABAÑA PRIMITIVA ERA DE MADERA 2_3
El mito de la Cabaña Primitiva no actúa como el alfa de la arquitectura porque se ocupe del cobijo elemental que abrigue a la humanidad de la naturaleza. El origen no es el refugio. El origen es la identidad. Es por eso que la Cabaña Primitiva no necesita expresarse mediante planimetrías complicadas, ni necesita medirse con precisión. La voluntad formal es lo que cuenta. Es por eso que, en lugar de una forma objetiva, pura, científica, tenemos interpretaciones desde el primer día, interpretaciones que han venido animando periódicamente la historia de la arquitectura [I] .
La Cabaña Primitiva tiene la fuerza que tiene como mito porque actúa como el grado cero de la identidad del ser humano.
Algo tan potente tenía que ser sacralizado. Y efectivamente lo fue. La sacralización de la Cabaña Primitiva es el templo [II]. El templo sacraliza el refugio como búsqueda elemental de identidad. Por el camino sacralizará todos los elementos que conforman esta Cabaña. Todos menos uno: su material. La madera se ve como algo demasiado cotidiano, demasiado arraigado a un uso pedestre como para que a partir de un cierto grado de prosperidad los templos se construyan con ella: se necesita algo que requiera más esfuerzo trabajar. Algo más perdurable. Algo más alejado de la vida diaria. La piedra será el material ideal para esto.
El trabajo en piedra imitará el trabajo en madera. No sólo eso: el trabajo en piedra codificará el trabajo en madera, trascendiendo cada uno de los elementos en algo que va a perder rápidamente la referencia que lo ha creado pero que, no obstante, va a seguir estando allí. El tríglifo dejará de ser la cabeza de una viga para convertirse en un relieve. La métopa dejará de ser un vacío para convertirse en un bloque liso de piedra primero y en el soporte de una serie de altorrelieves más tarde. Y suma y sigue: elementos extraños que conforman una estructura adintelada realizada con el material que peor soporta cualquier esfuerzo que no sea el de compresión pura. Elementos que convierten los diagramas de tensiones en una escultura.
Cuando este lenguaje madure va a acabar recibiendo el nombre de clasicismo.
A partir de ahí, la ingeniería al rescate. Grecia cederá el paso a Roma. La piedra se empezará a ver como algo más que un soporte para colores abstractos [III] y, paralelamente a ello, se empezará a usar en las infraestructuras que genera la ingeniería civil, comandada por esa especie de seres humanos demasiado ocupados resolviendo problemas de verdad como para pensar en medios de expresión prestados.
La piedra conseguirá ser, por fin, lo que quiere ser de verdad: un muro. Muro que, cuando necesita ser perforado, funciona de perlas como arco. Una sucesión de ellos permitirá economizar material. Cuando los templos y las infraestructuras (por la escala, por la colocación) encuentren el canon se empezará a rectificar y el rastro de la madera a perderse.
Mucho más tarde aparecerán nuevos materiales: el hormigón, una especie de piedra artificial a lo bestia, y el acero, una especie de madera a lo bestia, que eventualmente van a combinarse.
Reflexionemos.
El hormigón es hijo de la gran escala. El hormigón nace sagrado y se seculariza poco a poco, reduciendo la escala de su intervención, convirtiéndose por el camino en uno de los materiales más versátiles de la construcción y en el paradigma por excelencia de la modernidad que empieza después de la Primera Guerra Mundial.
El hormigón es un líquido que se endurece in situ tomando la forma de un molde normalmente efímero para, una vez quieto y adecuadamente tensionado, colocarse allí donde sea necesario para que aguante las construcciones.
Cuando empiece a expresarse por sí mismo va a encontrarse de buenas a primeras con el material más versátil y barato con que se pueden construir esos moldes: nuestra (por entonces) olvidada madera. La madera va a prestar sus huellas como medio de expresión por antonomasia del hormigón, un medio tan potente que todavía hoy en día actúa como una especie de canon arcádico con que todo arquitecto sueña construir. Ni tan sólo la aparición de encofrados más flexibles, versátiles, reusables y baratos ha conseguido hacer olvidar esto: la veta de la madera tatuada en la superficie de esta piedra artificial se ha convertido en algo parecido en un sueño.
El acero resiste exactamente el mismo tipo de esfuerzos que la madera.
Así es que el acero va a empezar su singladura por el mundo de la construcción imitando la madera.
No va a ser hasta que éste se use para la gran escala que empiece a conocer su propio lenguaje realizando, en este caso, el camino inverso a la madera: ésta se pierde cuando llega lo sagrado mientras que el acero se encuentra a sí mismo.
Pero la resiliencia cultural es importante. El lenguaje clásico estará allí para ser usado como piedra de toque con la que confrontar los logros expresivos que estos materiales van logrando con tiempo y esfuerzo. Y lo que ha codificado este lenguaje es su material de origen.
No es extraño que toda la modernidad sea un diálogo entre el recuerdo de la madera y la voluntad de expresión de estos materiales.
Paralelamente a este proceso la tecnología asociada a la madera no dejará de depurarse y perfeccionarse.
Finalmente los logros conseguidos por este diálogo, tanto técnicos como expresivos, han podido revertir fácilmente en su material de origen.
Y este es otro artículo.
[I] Y aquí me permito autocitarme, ya que exploré todo esto en un artículo que tomaba las diversas Cabañas Primitivas como forma reinterpretable (y reinterpretada) a lo largo de los siglos. http://jaumeprat.com/la-cabana-primitiva-y-algunas-derivadas/
[II] O más bien determinado tipo de templo al que en este artículo me referiré como “el” templo del mismo modo que la Cabaña Primitiva es “la” cabaña. Soy consciente que otras culturas, des de Egipto hasta el Japón pasando por los Mayas, han tratado el templo de otra manera. Esto es otro artículo que espero escribir en otra ocasión.
[III] Porque no hay que olvidar que los templos griegos estaban pintados de colores vivos. Otro rasgo que la madera acepta mejor por un lado y otro recuerdo de este material por otro, con sus diversas tonalidades, con las complejidades de colores que van apareciendo conforme se trabaja y se trata de una manera o de otra. La pintura de la piedra niega que este material, inicialmente, cuente como medio de expresión.
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