BODIE GHOST TOWN, UNA TUMBA DE MADERA
Hoy la curiosidad nos lleva al viejo oeste americano; a un paisaje completamente condicionado por la expansión del ferrocarril a finales del XIX, cuando el sueño americano estaba atrapado en plena fiebre del oro.
Si bien es cierto que, antes de la llegada de los europeos, los indios llevaban miles de años dando forma al bosque y habían utilizado esa madera para construir sus propias casas, la historia de la industria maderera en Estados Unidos, tal y como hoy la conocemos, podría decirse que se remonta al período precolonial británico.
La expansión y necesidad de abastecer cada vez a más asentamientos haría que poco a poco de pequeñas productoras evolucionasen a grandes compañías madereras que llegarían a todo el país. La madera nos lleva así desde la tipología de la vivienda típica del XVII que surge en el Este y se extiende por todo el país como forma habitual de construcción que llega a nuestros días, hasta las pequeñas casas que, a modo de abastecimiento y asentamiento provisional, van surgiendo a ambos lados de las Main street y del ferrocarril, uniendo las dos costas y generando algunas ciudades del futuro.
Entre todas las razones de la expansón del Este hacia el Oeste (la industrialización, la Guerra de 1812, la adquisición de Louisiana y Florida, el desplazamiento indígena…) es el golden rush, la reflexión que nos lleva al artículo de hoy.
Muchas fueron las personas que llegaron a trabajar en las minas; Desde costa Este, hasta inmigrantes llegados de lugares como América Latina, Europa, Australia o Asia. Esta búsqueda en California en torno a 1850 provocaría nuevos descubrimientos de áreas mineras en los estados vecinos de Nevada y Oregon activando el inicio de la tala a gran escala en el Oeste. Cabe destacar que, tras la fiebre del oro, los chinos llegaron a constituir hasta el 90% de los trabajadores del sector llegando a formar parte de las grandes empresas que vendrían después.
Pero, volvamos a esos asentamientos…
Existían pequeñas áreas construidas como San Francisco, que pasó de ser un pequeño asentamiento a constituirse como la puerta de entrada a todos los forasteros que venían por mar. Hubo otras como Salt Lake City que atrajeron a muchos inmigrantes para trabajar en sus minas y otras, como Jamestown o Columbia que surgieron en la época y se han mantenido gracias a la buena conexión que evolucionó apoyándose en otras ciudades de mayor desarrollo. Sin embargo hubo otras de futuro más incierto, que llegaron a desaparecer o a quedar totalmente musealizadas; son las conocidas como Ghost Town o ciudades fantasma y que han servido como escenario para multitud de series y películas.
Es entre estas que encontramos Bodie; nombrada como el pueblo fantasma oficial de la fiebre del oro de California.
Un verdadero pueblo fantasma surgido con la extracción de oro de California. Se puede pasear por sus calles desiertas y ni siquiera imaginar que en su día llegó a tener una población de casi 10.000 personas. El nombre se lo debe a Waterman S. Body (William Bodey), quien descubrió pequeñas cantidades de oro en las colinas Mono Lake. El derrumbe de una de sus minas en 1875 revelaría este interés y, años después, la gente acudiría en masa transformando por completo aquella zona. Esta ciudad, al igual que otras como la mencionada Columbia, fue designada Monumento Histórico Nacional en 1961 y un año después se convertiría en el Parque Histórico Estatal de Bodie.
Sus habitantes parece que simplemente, un día se levantaron y se marcharon sin mirar atrás. Las viejas cortinas permanecen en algunas de las casas y la tienda general aún está llena de productos. El bar se mantiene con sus mesas de villar y cajas fuerte o restos de coche, están diseminados a lo largo de la calle que tuvo más de 60 salones de baile alineados, uno detrás de otro. La ciudad entró en declive después de 1886, cuando muchas de las compañías mineras quebraron y Bodie fue oficialmente abandonada en 1932, cuando el fuego destruyó todo menos el 10 por ciento restante de las estructuras de madera de la ciudad.
Pasear hoy por sus calles es visitar un cementerio, pasear por una atmósfera de silencio en la que cuesta imaginar el bullicio de su pasado.
Imagen de portada: ©IIP Photo Archive, Flickr.
Texto: Uxua Domblás
Editores del post: Maderayconstruccion
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