EL (EXTRA)ORDINARIO TRABAJO EN MADERA DE LA UNITÉ D’HABITATION DE MARSEILLE (1947-1952).
Señalar a estas alturas que visitar la arquitectura sigue siendo una forma insustituible de conocer sus valores no es descubrir nada nuevo bajo el sol. Aunque, en una época en la que la “información” se expande a través de la red de forma tan abrumadora, quizá no esté de más recordar el peligro que corremos de banalizar y simplificar dichos valores reduciéndolos a una inmensa profusión de imágenes y discursos sobrepuestos que además suelen silenciar protagonismos y rasgos que no encajan con las dinámicas de lo mediático.
Esta introducción nos sirve para contextualizar unas líneas en las que queremos reflexionar sobre nuestra experiencia en la Unité d’Habitation de Marsella. Un edificio archiconocido por su ambiciosa aportación tipológica y el formidable tratamiento del hormigón con el que Le Corbusier exploró el lenguaje moderno de la monumentalidad, y en el que una revisión algo más detenida nos permite apreciar también el protagonismo de la madera.
En la Unité, como podemos rastrear en otros gigantes de la arquitectura moderna, la madera dulcifica la aproximación a la inmensa edificación a través de distintas estrategias. Se emplea para panelar paramentos, aportando calidez al espacio interior, se utiliza en las carpinterías donde, no solo resuelve la sujeción del vidrio y el oscurecimiento de las estancias sino que conforma entidades constructivas complejas y acogedoras como las que algo más tarde (1954) Gio Ponti vino a desarrollar en su estudio de la finestra arredata (ventana amueblada).
Pero más allá de estas concesiones a la amabilidad en la mole de hormigón, nuestro redescubrimiento personal al recorrerlo fue la constatación de la extraordinaria magnitud del proyecto doméstico y el profundo estudio de la ergonomía, la funcionalidad y la convivencia dentro de la esfera de lo cotidiano. En esta escala, la madera natural o pintada permitió la ejecución de un formidable despliegue de muebles que se insertaron en el edificio como pequeños mecanismos facilitadores de las funciones diarias dentro del hogar; Abastecimiento, preparación de alimentos, el ciclo de la ropa e incluso el cuidado de los bebés fue tratado por el mobiliario que diseñó Charlotte Perriand de forma integradora y rotundamente plástica.
Ya en la “calle elevada” desde la que se accede a las viviendas, sumado e integrado en el cuidado estético de la iluminación, el ritmo y el color, el tratamiento de lo cotidiano encuentra su expresión en la realización de un armario “reversible” para que los productos comprados a domicilio sean depositados desde fuera y recogidos directamente en la zona de almacenamiento y preparación de alimentos.
Atravesado el umbral, la cocina se definió con la precisión funcional del interior de un barco y la trabajada estética que le corresponde al mobiliario principal de una vivienda. Además, tanto su localización como el estudio detallado de todas sus dimensiones, permiten una estrecha vinculación entre la función de cocinar y el resto de actividades que pueden desarrollarse en el espacio común de una casa.
Si continuamos avanzando por el interior de la unidad, en el nivel de las estancias dormitorio, vemos como se vuelven a atender con solvencia las necesidades cotidianas de almacenamiento a lo que además se añadió la resolución del ciclo de la ropa. Para ello el espacio distribuidor quedó enriquecido con piezas de armario, un espacio para la lavadora e incluso se integró la tabla de planchar, y de nuevo, todo ello con un elaborado trabajo cromático que dignifica este espacio de comunicación y servicio. Por último, en la habitación principal se diseñó un mueble auxiliar definido al detalle para ser utilizado como zona de apoyo y cambiador de bebés.
Señalábamos al principio del texto que la experiencia de visitar la arquitectura es de momento insustituible, ya veremos lo que nos depara el futuro de la realidad virtual. Pero, en la actualidad, visitar los edificios sigue aportándonos percepciones arquitectónicas que tienen que ver con lo ambiental más que con lo visual, ineludibles y difíciles de reproducir (temperaturas, corrientes de aire, olores, sonidos, sensaciones materiales y espaciales …). Pero además, en este caso, visitar l’Unitéd’Habitation nos permitió profundizar en la grandeza del proyecto doméstico, o dicho de otra forma, de la escala privada, que es aquí tratada de forma minuciosa y extremadamente sensible pero que hasta ahora no nos había resultado tan elocuente como otras aportaciones más visibilizadas y mediáticas ligadas a su escala pública.
Editores del post: Maderayconstruccion
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