CASA FISHER DE LOUIS KAHN
La Casa Fisher es una de las joyas arquitectónicas más importantes del siglo XX. El arquitecto Louis Kahn diseñó, sin ser consciente de ello, además de una obra maestra una vivienda confortable, habitable cien por cien y que décadas después seguiría siendo objeto de estudio por futuros, jóvenes y no tan jóvenes arquitectos; una referencia para todos ellos, un clásico de la arquitectura en madera.
La ventana de la casa Fisher
Supongo que, en esto de la arquitectura, todos tenemos nuestros fetiches o al menos ciertas imágenes o fotografías grabadas a fuego en nuestra memoria. Espacios u objetos que, desde que vimos por primera vez, retornan de manera recurrente a nuestra cabeza cada cierto tiempo. Quizás sea sólo yo, no lo sé, pero tampoco me importa.
Apenas dos días antes de empezar a escribir este artículo, Carlos Pereda reconocía en una charla sobre la obra de Pereda Pérez arquitectos la obsesión que tenían Óscar y él con las ventanas y cómo éstas formaban una parte importante y vital a la hora de enfrentarse a cada proyecto. Reconozco que ya habíamos hablado sobre este aspecto en otras ocasiones pero, dado que ya tenía yo en mente escribir este artículo sobre la casa Fisher de Louis I. Kahn, esta vez sus palabras me recordaron una pequeña gran obsesión que arrastro desde mi época de estudiante: la ventana de la casa Fisher.
Seguramente, Kahn sea uno de los arquitectos más brillantes de la historia a la hora de ejecutar esa transición entre interior y exterior que, de manera generalista, conocemos con el nombre de “ventana”. Su preocupación extrema por la luz natural le llevó a realizar verdaderas maravillas cuando se trataba de resolver estos filtros y, más allá de intentar solucionarlas con un mero plano de vidrio, fueron varias las ocasiones en las que entendió la ventana como algo más, como un elemento que domesticaba la luz proveniente del exterior y la guiaba hacia dentro convirtiéndola en parte de la arquitectura interior, un artefacto esculpido que comenzaba fuera, expuesto a la intemperie para continuar después conformando parte del sistema interior.
Las ventanas de Exeter convertidas en mesas de estudio, las del Salk Institute o la Casa Esherick transformadas en estanterías. Todo esto para llegar a la que, para mí, seguramente sea la ventana más bonita del mundo, la ventana en esquina de la Casa Fisher.
Y es que sobra decir que las maneras de enfrentarse a este elemento constructivo son casi infinitas, dejando por tanto el término “ventana” como demasiado amplio en su concepto.
Nadie discutiría la solución adoptada por Jorn Utzon en Mallorca, llevando al límite el detalle constructivo de los planos de vidrio a fin de, priorizando siempre el espacio interior frente al exterior, invisibilizar en la medida de lo posible dicha transición y, sin embargo, en muchos aspectos su decisión es casi opuesta a la opción de Kahn en la casa Fisher.
Kahn, lejos de pretender hacer desaparecer ese elemento (aunque, igual que Utzon, prioriza su comportamiento interno) genera una solución sólida que domestica el espacio, convirtiendo lo que podría haber sido perfectamente un plano de vidrio con su correspondiente carpintería en un mueble, introduciendo por tanto ese filtro dentro de la vivienda y multiplicando así sus usos y presencia frente al usuario.
Ya no sirve sólo para mirar o captar luz natural, la carpintería crece hacia el interior y, en un alarde de proporción y artesanía, coloniza el que, seguramente, acaba convirtiéndose en el espacio más importante de la casa. Un espacio que, en cualquier otra ocasión, no habría disputado otro protagonista diferente a la chimenea pero que, gracias a la decisión de Kahn, acaba conformando esa sensación de cobijo que no renuncia a una relación directa con el exterior verde y frondoso.
Sólo hace falta una búsqueda rápida sobre imágenes interiores de la casa para disfrutar de decenas de ellas, yo lo he hecho muchas veces pero no ha sido hasta ahora, intentando recolectar unas pocas que ilustren este texto, cuando he caído en la cuenta de que el mobiliario que acompaña a chimenea y ventana varía o desaparece según la instantánea y lo hace sin apenas influir en el resultado final del espacio, prueba inequívoca de que, antes la presencia de estos dos elementos, nada más es necesario allí para que todo funcione a la perfección.
Pero dejando de lado cualquier intento de explicar este proyecto bajo un prisma compositivo o mínimamente sesudo, a mí me gusta llevar a efecto un trabajo “emocional” en el momento en el que, en nuestro estudio, damos por finalizada la obra de una vivienda. Después de todo el proceso de diseño y su posterior construcción, una vez habitado el espacio, siempre me hago una pregunta sin más ánimo que el de recolectar algo de información que nos ayude en proyectos posteriores: ¿me gustaría vivir aquí?
Obviamente, ésta es una pregunta con trampa ya que se parte de la base de que la vivienda pensada está dirigida a otras personas distintas pero, simplificando variables, es una pregunta que me ayuda a sacar conclusiones y, volviendo una última vez a la casa Fisher, al trasladar ese interrogante a ésta, muchas veces he pensado que sería feliz en ella y no me cabe la más mínima duda de que lo haría.
Es más, me atrevería a decir que viviría en la ventana de la casa Fisher, sólo en esa ventana y, hacedme caso, si así lo hiciera tendría mucho ganado a la hora de ser feliz.
*Referencias:
(1) Recuperado de: http://unalhistoria3.blogspot.com.es/2014/02/casa-fisher-louis-kahn.html
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